Seleccionar página

París, verano de 1944.

La ciudad celebraba el fin de la ocupación nazi. Las campanas repicaban. Los tanques aliados desfilaban. La prensa escribía sobre libertad, justicia y redención.

Pero en las sombras de la fiesta, comenzaba otro proceso. Uno más silencioso. Más primitivo.

Uno que no tenía tribunales ni juicios.


¿Qué fue la épuration sauvage?

La «épuration» —la purga o depuración— fue la serie de acciones destinadas a castigar a los colaboradores del régimen nazi en Francia tras la Liberación.

Pero hubo dos versiones:

  • La épuration légale: juicios formales, sentencias en tribunales, penas reguladas por el Estado.
  • Y la épuration sauvage: castigos callejeros, linchamientos, humillaciones públicas. Venganza directa. Justicia sin ley.

La humillación como espectáculo

Una de las imágenes más impactantes —y más fotografiadas— fue la de las mujeres rapadas en plazas públicas. Acusadas (muchas veces sin prueba) de haber mantenido relaciones con soldados alemanes, eran exhibidas, marcadas, insultadas.

No hubo defensa. No hubo juicio.
Solo una masa queriendo borrar su impotencia con un acto de escarnio.


¿Justicia o histeria colectiva?

En esos días, miles de franceses fueron perseguidos por presunta colaboración. Algunos sí habían servido al régimen de Vichy. Otros simplemente fueron señalados por vecinos, enemigos, ex parejas, rivales políticos.

Lo que comenzó como un acto de justicia popular se transformó en una performance nacional de violencia simbólica.


¿Por qué hablar de esto en un blog de viajes?

Porque viajar no es solo moverse.
Es mirar el paisaje y preguntarse qué oculta.
Es caminar por una plaza y preguntarse quién gritó ahí, quién cayó, quién fue obligado a callar.

La épuration sauvage no tiene monumento.
Pero está presente en los muros, en las fotos escondidas, en los silencios familiares.